recuerdo en qué momento los objetivos empezaron a ser una fuente de frustración para mí, hasta dejarlos totalmente de lado. Pero ahora, pretendo vivirlos desde otra perspectiva.
Cómo vivía los objetivos:
1. Marcar objetivos.
2. Cumplirlos o fracasar
3. Satisfacción o frustración
Durante mi adolescencia, creo recordar que era un enfoque que funcionó. Marcaba objetivos, ambiciosos o asequibles, algunos se cumplían, y otros no. Tampoco era muy relevante: raramente hacía un seguimiento de esos objetivos. Pensaba lo guay que era haber cumplido los más asequibles, y ni me acordaba de los ambiciosos porque solían ser castillos en el aire.
Pero en cuanto la vida se puso más seria, cada objetivo planteado y no cumplido era una astilla en el corazón. Hasta el punto de abandonarlos por completo, de no querer saber nada de ellos, de dejarlos en la cuneta, a la espera que otra persona los adoptara con un mayor cariño.
Sin embargo, y gracias a Paulo Ferraro, coach de proyectos conscientes, me hizo replantear que, para un correcto funcionamiento de mi proyecto (y mi vida), era importante retomar unos objetivos. Y así lo hice.
Pero para hacerlo seriamente, antes debía reformular mi concepción de objetivos. Y este fue el interesante resultado:
¿Qué es un objetivo para mí?
Un objetivo es un destino alineado con los valores de la persona al cual se quiere llegar. Sirven como apoyo, guía e hito común en el camino.
Son metas a las que se aspira, siendo ellas un referente flexible, y forman parte de un objetivo mayor: disfrutar y ser feliz de lo que la vida ofrece en cada momento.
Los objetivos no son metas definitivas, destinos finales o sueños inamovibles y necesarios. No deberían tomarse como metas para llegar a estados personales, si no como destinos que orientan el viaje.
De la misma manera que las personas experimentamos deseos futuros, los proyectos también lo hacen. Sin ellos sería difícil coordinar a grandes equipos o crear comunidades afines.
¿Es posible vivir sin objetivos?
Es posible dejarse llevar por la vida, sin un rumbo concreto. Eso puede llevar a una sensación de libertad y de fluidez en personas con mentes poco imperativas, estructuradas, y que no requieren de una gran organización para desempeñar su actividad.
En mentes estructuradas, organizadas, que requieren de la coordinación de múltiples elementos, con facilidad puede derivar en una sensación de pérdida o no estar ubicado. O a una sensación de nunca alcanzar lo que uno desea, porque no se sabe con exactitud qué es lo que se desea.
¿Y ahora qué?
Lo interesante de la cuestión es que estoy firmemente decidido a armonizar mi relación con los objetivos, y para ello he hecho una tabla, que he rellenado con esmero, la he impreso y formará parte de mi día a día.
Tomar acción
Te animo a que si tienes una relación distante o tóxica con los objetivos, o simplemente quieres empezar un romance que puede acompañarte hasta lugares insospechados, puedes realizar una tabla parecida, con objetivos realistas y medibles, y colocarla en un sitio que te ayude a tenerla presente en el día a día y que se convierta en un lugar al que dirigir tu energía.
Comments